Ritual VI: Reivindicación de la vida
Una milésima de segundo se suma divertida a otra milésima, y a otra, y otra, y en el proceso construyen segundos que edificarán minutos que compondrán horas y éstas, de la misma manera, días, y semanas y meses, que transcurren a la velocidad de la luz, imperceptibles —por habernos habituado a su marcha— para nosotros, habitantes de un punto lejano e infinitamente pequeño en universos que no podemos imaginar, pero sabemos en el fondo que por ahí andan, y que el tiempo transcurre imparable a velocidades inconcebibles, que sólo los niños no perciben porque sus puntos de referencia son otros ritmos del tiempo y el espacio, en otro plano de los universos que son los mismos y al mismo tiempo son otros muy distintos a los que habitamos sus otros: los adultos. Y el ciclo continuará su espiral centrífuga y los niños de ayer serán los otros, los adultos, en complejos universos que se seguirán expandiendo... Para ese momento seremos tristes y putrefactos cadáveres, o cenizas lanzadas al mar, o al viento, y el inmenso cosmos, desde las partículas más pequeñas hasta las dimensiones inconcebibles, tal vez acojan en su seno nuestras insignificantes almas, para trasladarnos hasta un evento horizonte tras un indefinible viaje, o hacernos repetir el ciclo, y seremos como aquellos chiquillos para quienes el tiempo y el espacio tendrán dimensiones lentas, gigantescas, inconmensurables, ingenuos e ignorantes del ciclo universal de la vida, en cualquier otro lugar, en cualquier otra instancia del tiempo.
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