Jodiendo...

Se dice que un viejo proverbio —nada de oriental, por si acaso— enseña que "no es lo mismo estar jodido, que estar jodiendo". Por mis propias experiencias supongo que esto debe ser cierto, aunque no negaré que tengo algunas reservas. En esto estaba pensando cuando miraba la luna hace un par de noches, sin un cigarillo ni su humo seductor, ni una copa de vino, ni jazz clásico de fondo (Mel Davis, por ejemplo), ni alguno de mis gatos en mi falda, ni ningún otro clisé, ni ningún otro de esos lugares comunes que mis amigos, y mis adorablemente hipócritas "desamigos", conocen. Es un hecho, para mí indudable, que al mirar la luna se desenroscan del alma las tristezas, como una serpiente que abandona lentamente su nido para regresar más tarde, o como el delirio del agua que se derrama suavemente sobre las manos y sobre el cuerpo hasta llegar al suelo, para luego reaparecer como rocío de paz o como lágrima de herida abierta. En uno u otro caso, regresan. Al mirar detenidamente la luna —ese disco unas veces total, otras parcial o menguado—, y los trazos de las sombras provocadas por la luz solar en su superficie de sedimentos —evidencia contundente de los meteoritos que marcaron sus cicatrices—, una especie de energía acude a mis ojos y mi mente, y no puedo evitar repasar el pasado y mis culpas. Aparecen los terribles "yos" que crecieron y construyeron dentro de mí su madriguera, y se desparraman como cientos de escorpiones liberados tras levantarse la roca bajo la que se esconden; aparecen los errores imborrables, y los daños tal vez irreparables pero, después de todo, involuntarios. Las pequeñas victorias también aparecen, pero el peso de todo lo demás es sencillamente apabullante. Generalmente, mientras recojo los pedazos de "yos" regados en el suelo, viene a mi mente el proverbio del que me hablaron alguna vez en Barrio Obrero, con todo y la historia del sabio sentado bajo un árbol en la frontera con Villa Palmeras. Es entonces cuando se comprende a cabalidad la diferencia de "jodido" y "jodiendo", y del lugar de la ecuación en la que uno se ha encontrado gran parte de su vida, o tal vez se encuentra en ese preciso momento. Un buen amigo —son pocos, pero aparecen de vez en cuando— me ha dicho que estos procesos mentales son síntomas graves de intenciones suicidas, que tiene un psiquiatra, que él me acompaña. Yo le respondo, y aclaro con vehemencia: "Nada de eso, no te preocupes, no estoy jodido, estoy jodiendo."


Eric Alvarez © 2012. Todos los derechos reservados.

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