Ilusión de Otoño (poema de noviembre de 2007, a propósito de nota introductoria del 17 noviembre de 2008)
(Fotografía por Yrsa)
Ilusión de Otoño
Te alimento, te nutro…
vives gracias a mi y me alimentas.
Me nutres…
vivo gracias a ti…
Algún día,
aunque seguirás viviendo,
yo… que me imagino vivo y fuerte,
pero siento desde mis entrañas el dolor de mis heridas,
el paso mortuorio de mi enfermedad centenaria,
la debilidad inevitable de mis pasos,
el hedor amargo de mis órganos putrefactos,
el ruinoso quejido de mis huesos que van quebrándose,
el imposible pasado que ya no regresará,
yo… que te alimento y te nutro,
habré muerto…
seco como badea infértil e improbable.
Tú… mi frágil caballero de los tiempos que fueron,
aquellos que se alejaron con los signos del universo…
Tú… parásito insalvable de mis jugos más íntimos,
en tu adicción sin cura a esta simbiosis mortal,
seguirás viviendo hasta mi último gusano,
hasta el último efluvio de mi fétida carroña,
y será el comienzo de nuevos tiempos
cuando de mi ya no bebas,
cuando de mi ya no poseas,
sino el envenenado aliento
que pudrirá tus venas y tu cuerpo.
Ya no habrán cantos ni banderas,
cómplices ni gobiernos,
ni tu ambigüedad oportunista,
o tus sentencias inapelables…
Sólo tiempos nuevos…
Sólo eso…
y el rictus escatológico y final
que se trazará en tu boca
cuando por fin no mentirás maldito,
soberbio y amenazante…
Y será de otros el deseo y el sueño,
la imprescindible ilusión,
la verdad innegable,
ese otoño vital,
cuando libres y vociferantes,
sin farsantes y sin miedos,
como amantes nuevos,
dichosos alzarán vuelo.
Eric Alvarez 11/2007
vives gracias a mi y me alimentas.
Me nutres…
vivo gracias a ti…
Algún día,
aunque seguirás viviendo,
yo… que me imagino vivo y fuerte,
pero siento desde mis entrañas el dolor de mis heridas,
el paso mortuorio de mi enfermedad centenaria,
la debilidad inevitable de mis pasos,
el hedor amargo de mis órganos putrefactos,
el ruinoso quejido de mis huesos que van quebrándose,
el imposible pasado que ya no regresará,
yo… que te alimento y te nutro,
habré muerto…
seco como badea infértil e improbable.
Tú… mi frágil caballero de los tiempos que fueron,
aquellos que se alejaron con los signos del universo…
Tú… parásito insalvable de mis jugos más íntimos,
en tu adicción sin cura a esta simbiosis mortal,
seguirás viviendo hasta mi último gusano,
hasta el último efluvio de mi fétida carroña,
y será el comienzo de nuevos tiempos
cuando de mi ya no bebas,
cuando de mi ya no poseas,
sino el envenenado aliento
que pudrirá tus venas y tu cuerpo.
Ya no habrán cantos ni banderas,
cómplices ni gobiernos,
ni tu ambigüedad oportunista,
o tus sentencias inapelables…
Sólo tiempos nuevos…
Sólo eso…
y el rictus escatológico y final
que se trazará en tu boca
cuando por fin no mentirás maldito,
soberbio y amenazante…
Y será de otros el deseo y el sueño,
la imprescindible ilusión,
la verdad innegable,
ese otoño vital,
cuando libres y vociferantes,
sin farsantes y sin miedos,
como amantes nuevos,
dichosos alzarán vuelo.
Eric Alvarez 11/2007
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